Zuckerberg cambia de juguete: del metaverso al espejito mágico
¿Recuerdas cuando Mark Zuckerberg prometía que el metaverso sería el lugar donde trabajarías, ligarías y hasta harías la compra del Mercadona sin moverte del sofá? Pues parece que ni él mismo se lo creyó. El metaverso fue la excusa para vendernos avatares sin piernas y oficinas virtuales donde nadie quería entrar, y ahora, tras años de titulares y dinero quemado, la gran apuesta se llama Ray-Ban con IA integrada.
Así, en el último Meta Connect, la VR tuvo su cameo de cortesía mientras el protagonismo absoluto se lo llevaron unas gafas que, básicamente, son el equivalente tecnológico a llevar a Alexa pegada en la cara. “El futuro es esto”, decía Zuckerberg mientras los jugadores de VR nos mirábamos unos a otros pensando: “¿Pero no era el metaverso hace dos años?”. Cambiar de discurso tan rápido tiene un nombre: humo. Y Meta se ha convertido en una fábrica.

Mucha IA, poca inmersión: la VR en segundo plano
El guion del evento fue tan descarado que casi resultó cómico. Media keynote para hablar de cómo tus gafas Ray-Ban reconocerán edificios, traducirán menús de restaurantes chinos y te aconsejarán sobre qué camisa ponerte. Y mientras tanto, la VR, que supuestamente era el futuro de la humanidad según su propio jefe, relegada a migajas: un par de trailers, un par de features, un “ya lo iremos viendo”.
La ironía duele: hace nada Meta juraba que los visores serían el sustituto del smartphone, y ahora nos quiere vender un smartphone pegado a la cara… sin VR. Es como anunciar que vas a inventar el coche volador y acabar presentando un patinete eléctrico con Bluetooth.

Del metaverso al metahumo: la gran mentira corporativa
Lo de Horizon Worlds ya es digno de estudio. Nos lo vendieron como el nuevo internet, pero ni regalando auriculares lograron que la gente se quedara allí. Hoy sigue vacío, con más moderadores que jugadores, y los pocos que entran lo hacen para comprobar si sigue igual de muerto. Mientras tanto, Meta se hace la sueca y cambia de narrativa: donde dije metaverso, digo gafas inteligentes.
La jugada es fácil: cuando algo no funciona, no lo arregles ni lo reconozcas, simplemente inventa otra palabra de moda y reza para que los accionistas no pregunten. Pasamos de la “inmersión total” a la “IA ubicua”, y en un par de años nos venderán licuadoras con inteligencia artificial como “la siguiente frontera del social computing”.

Quest 3: el buen hardware que vive en el limbo
Lo más triste es que la VR de Meta no está muerta. Quest 3 es un visor sólido, con un catálogo decente y la comunidad todavía viva. Pero cada vez que Zuckerberg sube a un escenario, parece que se avergüenza de mencionarlo. El mensaje es claro: la VR es un hobby, lo serio ahora son las gafas que graban a tu perro en 4K mientras la IA te escribe un haiku.
El usuario que apostó por Meta cuando vendían el metaverso como futuro siente que ha jugado a la lotería equivocada. Si compraste unas Quest Pro porque te dijeron que serían el dispositivo del trabajo del mañana, hoy las usas para ver Netflix tumbado en la cama. Y si invertiste pensando que el ecosistema crecería sin freno, ahora observas cómo los grandes anuncios se centran en gadgets de moda que no tienen nada que ver con la VR.

El futuro según Meta: más gadgets, menos revolución
La gran pregunta es si las gafas inteligentes van a triunfar más que los visores VR. Puede que sí, porque son baratas, discretas y fáciles de entender para tu madre. Pero que algo sea vendible no lo convierte en revolucionario. El metaverso prometía mundos infinitos, nuevas formas de trabajar, relacionarse y jugar. Las Ray-Ban con IA prometen… decirte si tu pizza tiene gluten.
El cambio de rumbo de Meta es un recordatorio cruel: no importa la visión, importa lo que vende. Y si la VR no da los números que esperaban, pues al cajón. Así funciona la compañía que decía estar redefiniendo la realidad. El futuro ya no es inmersivo, es un altavoz pegado a tus orejas.
