La nueva obra de Yeo nos mete en la piel de un ex-yakuza que sobrevive entre violencia, rutina y un tiempo que se le escapa de las manos
Vadim Gilyazetdinov, más conocido como Yeo, se ha ganado la etiqueta de autor dentro del videojuego independiente con títulos como The Friends of Ringo Ishikawa. Ahora regresa con Fading Afternoon, un beat ‘em up con alma de simulador de vida que mezcla peleas callejeras con el peso de la soledad, la rutina y una melancolía japonesa que te pega más fuerte que los propios puñetazos de Seiji Maruyama, su protagonista.
El juego nos lanza al Japón de los años ochenta, donde acompañamos a Seiji, un yakuza recién salido de la cárcel que vuelve a un clan Azuma en decadencia. Lo que en cualquier saga mafiosa sería el inicio de un ascenso glorioso, aquí se convierte en una cuesta abajo plagada de hostilidad, precariedad y tiempo limitado: Seiji se va apagando día a día, y lo que hagas con él marcará si encuentra redención, un destino miserable o simplemente un final rápido y seco.
Entre la violencia y la rutina: un día en la vida de Seiji
El arranque es desarmante: nadie te dice qué hacer, ni un tutorial con flechitas, ni un diario amable. Te sueltan en un hotel cutre y con algo de dinero, y de ahí en adelante es tu problema. ¿Vas a pegarte con clanes rivales? Perfecto. ¿Prefieres irte a pescar, fumar un cigarro o desayunar en un balcón antes de saludar al jefe? También puedes. Cada acción consume parte del día, y cuando cae la noche tendrás que volver al hotel, dormir en un banco como un vagabundo o, si te lo puedes permitir, comprar una casa.
La gracia es que este sistema convierte lo cotidiano en trascendente: desayunar, pasear, fumar, hasta peinarte con un botón específico. Todo tiene el peso de la rutina de un hombre que lo ha perdido todo. En su aparente simplicidad, el juego esconde una profunda reflexión sobre cómo la violencia y la soledad moldean a una persona.

El arte de partir caras… y de hacerlo con estilo
Cuando tocan peleas, el juego no se anda con rodeos: llaves, combos, paradas, armas improvisadas, cuchillos, pistolas y hasta espadas. La acción recuerda a un clásico beat ‘em up en 2D, pero con la crudeza que caracteriza a Yeo: los combates son sucios, violentos y pueden dejarte en el hospital. No son el centro del juego —de hecho, puedes evitarlos si prefieres llevar otra vida—, pero cuando decides repartir tortas, las animaciones y el dinamismo de los combates hacen que parezca que estás viendo una vieja película de Jackie Chan con filtro pixelado.
Eso sí, al principio es fácil sentirse perdido: la interfaz es escasa, no hay indicadores claros y te tocará aprender a base de golpes (en el juego y probablemente en tu orgullo). Pero cuando pillas el ritmo, la satisfacción es enorme.

Una melancolía pixelada
En lo visual, Fading Afternoon hereda el estilo de Ringo Ishikawa: paisajes urbanos pixelados, escenarios japoneses que rezuman autenticidad y un aire de anime retro. Puede que los personajes tengan todos cara de pocos amigos, pero los escenarios brillan con una atención al detalle que transmite calma o desasosiego según el momento.
La banda sonora merece capítulo aparte: nada menos que 86 pistas creadas por varios artistas, capaces de acompañar con delicadeza un paseo por el lago o elevar la tensión en una pelea de clanes. Es de esas BSO que no se limitan a rellenar, sino que construyen atmósfera.

Pros y Contras
Pros
- Una narrativa de autor que mezcla violencia y rutina con un trasfondo existencial.
- Libertad total para decidir cómo pasa sus días Seiji.
- Combates crudos, variados y con animaciones espectaculares.
- Banda sonora enorme y escenarios pixelados llenos de vida.
Contras
- Ritmo lento y confuso al inicio; más de uno se desesperará antes de entrar.
- La falta de tutoriales o indicadores puede frustrar a los menos pacientes.
- Repite estructuras y mecánicas de obras anteriores de Yeo.
- La progresión de la vida de Seiji puede sentirse repetitiva tras varias horas.
Veredicto final
Fading Afternoon no es un juego pensado para todos. Es un título áspero, melancólico y deliberadamente incómodo que exige paciencia y ganas de dejarse llevar por el día a día de un ex-yakuza condenado por sus propias decisiones. Si entras en su juego, la recompensa es enorme: combates crudos, historias personales conmovedoras y un retrato pixelado del Japón ochentero que sabe ser tanto brutal como poético.
Una obra que confirma a Yeo como uno de los autores más personales e inquebrantables del indie. Puede frustrar, puede aburrir, puede incluso que lo odies. Pero si conectas con él, se quedará contigo mucho después de haberlo terminado.
Puntuación Generación XR: 8/10 – un viaje melancólico con hostias y cigarrillos que sabe como pocos retratar la vida al borde del abismo.
Recordar que tenéis disponible el juego en formato físico en la web de Tesura Games, distribuidor del juego en Europa.