Hay juegos que te invitan a soñar y otros que te invitan a entrar literalmente en el sistema digestivo de un gigante. Jamboy, a Jelly-cious Hero, desarrollado por Nakama Game Studio, pertenece sin duda a la segunda categoría. Su concepto es tan absurdo que resulta irresistible: un héroe hecho de gelatina que, junto a su inseparable amigo Billy, acaba siendo devorado por un coloso llamado Damien y debe abrirse camino por sus entrañas para sobrevivir. Lo mejor es que, en lugar de tomárselo en serio, el juego decide abrazar el disparate y convertirlo en una aventura de plataformas y acción con alma de cómic y olor a caramelo ácido.

El tono es deliberadamente grotesco, pero no gratuito. Jamboy sabe que está jugando con el absurdo, y por eso no busca impresionarte con una historia profunda ni con gráficos hiperrealistas, sino con creatividad pura. Cada nivel parece diseñado por alguien que se comió demasiados dulces y se durmió viendo dibujos animados. Y, sorprendentemente, el resultado funciona. Lo que empieza como una locura digestiva termina siendo un homenaje sincero al espíritu del videojuego clásico: simple, directo y con identidad propia.

Una historia que no necesita lógica para tener personalidad

La trama de Jamboy, a Jelly-cious Hero no pretende contar un drama existencial. Es una excusa maravillosa para que todo sea posible: enemigos hechos de comida, escenarios orgánicos, trampas viscosas y jefes finales que parecen salidos de una pesadilla con azúcar. Lo importante no es el argumento, sino el tono. El humor absurdo, los diálogos exagerados y la puesta en escena convierten cada fase en una pequeña parodia de los videojuegos de aventuras.

El juego no teme ser escatológico, y ahí radica parte de su encanto. En un mercado saturado de títulos que se toman demasiado en serio, Jamboy se ríe de sí mismo. Lo hace con ritmo, con chispa y con una energía que se contagia. Además, las pequeñas secuencias animadas entre niveles aportan un toque de estilo propio que recuerda a los dibujos hechos a mano de los noventa. No hay lecciones morales ni grandes giros, pero sí un espíritu de diversión descarada que se agradece.

Jamboy

Jugabilidad elástica, ritmo irregular y mucho corazón

El diseño de niveles apuesta por la variedad. Unas fases son de plataformas puras, otras mezclan combate, exploración o incluso pequeños puzles. Ese cambio constante mantiene la atención del jugador, aunque también genera momentos de irregularidad. Hay niveles brillantes que fluyen con naturalidad y otros en los que el salto entre estilos se siente forzado, como si el juego quisiera demostrar que puede hacer de todo. Aun así, la diversidad evita la monotonía y mantiene la curiosidad de principio a fin.

El control responde bien, aunque en ciertos tramos la física gelatinosa del protagonista puede jugarte una mala pasada. Nakama Game Studio ha logrado que moverse se sienta agradable, pero también impreciso en momentos de precisión extrema. El modo Buffet ofrece un desafío digno, con enemigos más agresivos y plataformas más exigentes, mientras que el modo Snack permite disfrutar del viaje sin estrés. Es una decisión inteligente que amplía su público y demuestra que, incluso dentro del caos, hay un diseño consciente detrás.

Arte y sonido: el festival del color y el ruido pegajoso

En el apartado visual, Jamboy, a Jelly-cious Hero es una joya artesanal. Cada escenario parece pintado a mano, con una paleta que mezcla lo dulce y lo grotesco en igual medida. Los entornos intestinales y los enemigos comestibles se funden con una dirección de arte que no teme ser fea cuando hace falta. Es un juego que usa el mal gusto con estilo, algo que no todos logran. Las animaciones son fluidas, expresivas y cargadas de humor. No es un título que busque realismo, sino personalidad, y la tiene a borbotones.

El apartado sonoro acompaña con una mezcla de efectos viscosos y melodías juguetonas que van del funk al rock ligero. Todo tiene textura auditiva: los golpes suenan blandos, los saltos hacen “plop” y los enemigos emiten ruidos tan absurdos que cuesta no reírse. Es un diseño sonoro coherente con su estética visual, y eso se nota. No hay temas memorables, pero sí una atmósfera sonora que refuerza la sensación de estar dentro de una caricatura viviente.

Jamboy

Duración corta, diversión intensa y ganas de más

Jamboy, a Jelly-cious Hero no pretende durar eternamente. Su campaña principal puede completarse en unas tres o cuatro horas, pero incluye niveles extra bajo el nombre de Lost Levels que añaden un reto mayor. Es un juego breve pero bien medido, que no se estira innecesariamente y termina antes de que su propuesta empiece a cansar. Esa brevedad es también su debilidad: cuando empiezas a dominar sus mecánicas, ya se está despidiendo.

La rejugabilidad existe, aunque limitada. Puedes intentar superar tus tiempos o dominar los niveles en dificultad alta, pero no hay grandes recompensas más allá de la satisfacción personal. Aun así, deja una sensación positiva: te quedas con ganas de volver, no porque te falte contenido, sino porque su universo es tan estrafalario que apetece quedarse un rato más.

Jamboy

Veredicto final: una locura deliciosa con sabor a clásico

Jamboy, a Jelly-cious Hero es uno de esos juegos que recuerdan por qué amamos el formato indie. Es extraño, divertido y genuinamente distinto. No necesita gráficos ultrarrealistas ni campañas de marketing millonarias para destacar. Solo hace falta una buena idea, un estilo visual reconocible y una ejecución que combine humor y habilidad. Y eso es justo lo que ofrece.

No todo brilla con la misma fuerza. Las transiciones de estilo a veces rompen el ritmo, y ciertos saltos de dificultad pueden frustrar. Pero su identidad y su creatividad pesan más. Es un juego con alma de dibujo animado y espíritu rebelde, de esos que no piden permiso para ser raros. Si te atraen las propuestas arriesgadas y con carácter, dale una oportunidad: quizás descubras que dentro de un estómago hay más vida de la que imaginabas.

Jamboy

Puntuación GXR: 8 / 10

Pros:

  • Dirección artística dibujada a mano llena de identidad
  • Humor absurdo y coherente con su universo
  • Variedad de niveles y modos de dificultad
  • Duración ajustada que evita el desgaste

Contras:

  • Cambios de mecánica algo bruscos
  • Física gelatinosa imprecisa en momentos puntuales
  • Poca rejugabilidad más allá de los Lost Levels
  • Sonido repetitivo en tramos largos
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