El estancamiento dorado: cuando el listón se convierte en jaula

Desde que Half-Life: Alyx salió en 2020, el mundo de la VR vive una especie de síndrome de Estocolmo con este juego. Todo el mundo lo adora, lo ensalza, lo cita como el pináculo de la realidad virtual. Y ojo, con razón: fue una obra maestra. Pero han pasado más de cuatro años. Cuatro. En términos tecnológicos, eso es como medio siglo. ¿Y el problema? Que nadie lo ha superado. Ni siquiera rozado. Seguimos diciendo “el mejor juego de VR es Alyx” como si estuviésemos atrapados en un bucle temporal. Es como si el medio entero estuviera esperando a que Valve vuelva a moverse, mientras los demás desarrolladores se pelean por ver quién hace el clon menos descarado.

La situación es alarmante, no por lo que fue Alyx, sino por lo que vino después: prácticamente nada a su altura. Ni a nivel de producción, ni de narrativa, ni de interacción física. El listón fue tan alto que se convirtió en una jaula para la industria, que ahora vive comparando cada lanzamiento con un juego de hace casi un lustro. Es como si estuviésemos midiendo la era espacial con el Apollo 11… pero sin ningún nuevo lanzamiento desde entonces.

¿Dónde están los grandes estudios cuando se les necesita?

Mientras el ecosistema indie hace lo que puede con cuatro duros, los grandes estudios han pasado olímpicamente de la VR. ¿Dónde están los Ubisoft, los EA, los Bethesda de turno? ¿Qué han aportado desde 2020? Nada con el peso suficiente para disputarle el trono a Alyx. Y los pocos que lo han intentado se han quedado a medio gas, con ports cutres, ideas a medio cocinar o juegos que parecen tech demos con presupuesto.

No es solo falta de dinero, es falta de visión. Alyx demostró que se puede crear una experiencia profunda, compleja y pulida en VR, pero el resto del sector ha preferido correr hacia el metaverso barato y los simuladores sociales con avatares sin piernas. Los grandes estudios han decidido que la VR no da dinero… salvo para los vídeos virales en TikTok. Así no se construye un medio. Así se entierra.

Alyx

El culto al pasado: cuando el mejor juego es el que ya jugaste

Decir que Half-Life: Alyx es lo mejor de la VR es también una forma elegante de decir que no hemos avanzado. Cada vez que se presenta un nuevo visor, alguien menciona el juego como punto de comparación. Cada vez que se analiza una nueva experiencia VR, se le mide con la vara de Valve. ¿Qué sentido tiene eso cuando incluso los visores actuales ya superan técnicamente al Index para el que fue creado?

Lo preocupante es que se ha generado un culto. Un tótem inamovible. Y eso mata el progreso. Porque si el pasado es intocable, el presente se vuelve irrelevante. Estamos atrapados en una especie de nostalgia prematura, donde miramos hacia atrás con admiración en lugar de exigir hacia adelante. Como si Alyx fuera el Picasso de la VR y todo lo demás fueran garabatos de guardería.

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El peligro de la pasividad: si esperamos a Valve, podemos morir sentados

La comunidad VR se ha vuelto pasiva. Casi dependiente. Todos seguimos con la mirada puesta en Valve, esperando ese hipotético Half-Life 3 o su nuevo visor standalone como si fuesen el Mesías tecnológico. Pero la realidad es que Valve no tiene ninguna prisa. Venden en Steam, ya hicieron historia, y no tienen ninguna necesidad de arriesgarse de nuevo.

Esa pasividad nos ha hecho daño. En lugar de empujar a otros estudios a crear algo mejor, nos hemos quedado sentados esperando el siguiente milagro. Y así, el medio se ha llenado de experiencias pequeñas, proyectos prometedores que se desinflan y mucho “potencial” sin concretar. La innovación está en pausa, porque todos esperan que sea Valve quien vuelva a prender la chispa. Pero ¿y si no lo hace?

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¿Y si lo mejor aún está por llegar? Solo si dejamos de mirar atrás

La pregunta no es si Alyx es insuperable. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a dejar de adorarlo como si fuera el final del camino? Porque mientras lo sigamos usando como excusa para justificar la mediocridad actual, nunca vamos a ver algo mejor. Hace falta que alguien lo desafíe. Que lo mire de frente y diga: “Vale, esto fue increíble… ahora vamos a hacer algo aún más bestia”.

Hay ideas ahí fuera. Hay talento. Hay ganas. Lo que falta es ambición con presupuesto, proyectos que no se avergüencen de apuntar alto. Y, sobre todo, una comunidad que deje de decir “esto no es como Alyx” cada vez que prueba algo nuevo. Porque el futuro de la VR no puede ser un monumento al pasado, por brillante que este fuera. Si Half-Life: Alyx sigue siendo lo mejor… entonces sí, hermano: estamos jodidos.

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