Google ha vuelto a hacer de las suyas: bautizar dos cosas distintas con el mismo nombre. Así nace la flamante y confusa etiqueta Android XR, que en teoría debería sonar futurista, potente y unificadora… pero en la práctica solo sirve para liarnos a todos: fabricantes, usuarios y desarrolladores incluidos.
Y es que cuando uno escucha “Android XR” imagina una plataforma robusta para visores inmersivos, experiencias virtuales de otro nivel, controladores flotantes y tracking corporal. Pero no: resulta que bajo ese mismo nombre Google está metiendo tanto visores XR autónomos (como el futuro de Samsung) como también gafas inteligentes que hacen poco más que recibir datos desde el móvil. ¿Unificadas? Sí. ¿Claramente diferenciadas? En absoluto.

Una marca, dos realidades: XR completa vs gafas ligeras
Según lo que se ha revelado hasta ahora, Android XR sirve como base para dos tipos de dispositivos:
- Los visores XR “de verdad”: autónomos, con procesador propio, apps desde la Play Store, y preparados para competir con Quest 3 o Apple Vision Pro. Es el caso del visor de Samsung, que llegará en colaboración con Google y Qualcomm.
- Las gafas ligeras conectadas: como las gafas prototipo que mostró Google en sus últimos eventos. Estas no tienen apenas potencia interna; dependen del móvil para procesar todo y enviar la información por streaming. Se parecen más a unas Ray-Ban Meta que a un visor XR completo. Pero aun así, también llevan la etiqueta “Android XR”.
Y aquí es donde empieza el lío: ¿cómo explicas al consumidor que dos productos radicalmente distintos —uno que puede jugar a títulos AAA en VR, y otro que apenas proyecta subtítulos en el aire— llevan el mismo nombre de sistema?
Lo que Google no aprendió de Wear OS y Glass OS
Hay precedentes que funcionaban mejor. Wear OS dejaba claro que era para relojes. Glass OS, que fue el sistema experimental de Google Glass, también tenía su propia identidad. ¿Por qué entonces meter todo en la misma cesta de “XR”? ¿Acaso no hay suficientes siglas nuevas flotando en el mercado?
Para los desarrolladores, esto no es solo una cuestión de marketing: tiene implicaciones reales. Las apps que funcionen en un visor XR de Samsung con Android XR no serán compatibles con unas gafas que no tienen ni tienda de apps. Pero si todo lleva la misma marca, ¿cómo vas a saber qué va en qué?
La cosa empeora con productos como el Project Aura de Xreal, unas gafas “mixtas” que usan un procesador externo para ejecutar Android XR completo. ¿Son gafas? ¿Es un visor? ¿Es un híbrido? Da igual: también entra en la bolsa de Android XR. Y nadie te explica cómo distinguirlo de los demás.

Unificar no es simplificar, si no se explica bien
El error de Google no es técnico, es comunicativo. Tener una base común para distintos dispositivos es positivo. Pero llamar a todo igual sin explicar las diferencias claramente solo genera confusión. Ni el consumidor medio ni el desarrollador independiente pueden permitirse estar adivinando qué nivel de Android XR ejecuta cada aparato.
Si la idea es construir un ecosistema XR sólido, el primer paso es dejar claro qué tipo de dispositivo estás vendiendo. Porque si uno compra unas gafas creyendo que podrá jugar a juegos XR porque «llevan Android XR», y luego descubre que solo proyectan notificaciones, el cabreo va a ser legendario.
En resumen: Android XR es ahora mismo una etiqueta que parece futurista, pero que esconde una falta de claridad preocupante. Si Google quiere que esta nueva etapa de la realidad extendida triunfe, lo primero que debería hacer es ponerle nombres distintos a cosas distintas. Porque ya bastante tenemos con las siglas, los estándares y los visores que nadie sabe si son AR, MR o VR... como para que encima venga el gigante de Mountain View a echarnos más humo en los ojos.