Desde que la VR empezó a despegar, hemos escuchado el mismo mantra en todas las ferias, keynotes y vídeos promocionales: “La realidad virtual será para todos”. Y claro, nos lo creímos. Pensamos que era cuestión de tiempo que cualquier persona —sí, incluso tu madre— se pusiera unas gafas, descubriera un mundo nuevo y dijera: “Qué maravilla, esto es el futuro”. Pero han pasado años. El futuro llegó. Y tu madre… sigue sin tener ni idea de lo que es passthrough, inside-out tracking o foveated rendering. Y sabes qué: no le interesa lo más mínimo.

La realidad es dura, y si hace falta ser haters para decirla, lo seremos. Porque alguien tiene que romper el espejismo que nos quieren vender desde las altas esferas del marketing inmersivo. En Generación XR no hemos venido a besar visores, sino a desenchufar mitos.

VR para gente mayor

¿De verdad pensáis que alguien como tu madre va a aguantar esto?

Imagina que un día le dices a tu madre: “Mamá, te voy a enseñar una experiencia revolucionaria”. Ella, con su café y su serie a medio ver, te mira con media ceja levantada. Pero tú insistes, le calzas el visor, le ajustas las correas, le pones las pilas a los mandos, emparejas el WiFi, actualizas el firmware, reseteas el tracking… y quince minutos después, justo cuando va a empezar, el sistema le dice que se ha salido del área segura.

¿Resultado? Mareo, calor, sudor, gafas empañadas y una frase demoledora: “Esto no es para mí”. Y tiene razón. Porque la VR, por muy mágica que sea, sigue siendo un sistema complejo, incómodo, invasivo y poco accesible para quien no esté acostumbrado a la tecnología. Para el usuario medio —ese que aún llama “el Google” al buscador—, la realidad virtual sigue siendo un monstruo de cables, interfaces confusas y gestos absurdos en el aire.

Madre

La experiencia de usuario: más parecida a montar un mueble de IKEA que a un “one click” de Apple

Los evangelistas de la VR te dirán que todo ha mejorado. Que ahora es más fácil que nunca. Que solo necesitas ponerte el visor y listo. Mentira. Mentira piadosa, pero mentira al fin y al cabo.

Sí, algunos visores son standalone, pero incluso los más modernos siguen requiriendo una curva de aprendizaje que deja fuera a buena parte del planeta. ¿Instalar SideQuest? ¿Desbloquear el modo desarrollador? ¿Configurar Guardian? ¿Actualizar firmware mientras haces malabares con los controladores? No es precisamente una tarde de spa digital.

Tu madre no quiere complicarse. Quiere encender, disfrutar y apagar. Como una tele. Como un horno. Como cualquier tecnología que funciona sin pedirte un máster en interfaces. Hasta que la VR no ofrezca eso —y todavía está lejos—, seguirá siendo una tecnología para geeks, no para abuelas.

Madre

“Pero hay apps para todo el mundo” dicen… ¿y qué? Si no saben usarlas, da igual

Sí, existen apps para meditar, para bailar, para pintar en 3D o para hacer yoga virtual. Fantástico. ¿Pero quién las va a usar? ¿Tu madre, que ni siquiera puede abrir Netflix en el Smart TV sin llamarte? ¿La misma que pulsa “OK” en todos los avisos sin leerlos? Si crees que se va a registrar en una app fitness VR con cuenta vinculada a Facebook y dos capas de configuración previa, es que llevas el visor demasiado apretado.

La VR no necesita más aplicaciones. Necesita usabilidad real, accesibilidad, interfaces pensadas para personas normales. Hasta que eso no ocurra, todos esos contenidos seguirán acumulando polvo digital en las tiendas virtuales, esperando al usuario universal que nunca llega.

Madre

Cuando lo sencillo sea la norma y no la excepción… quizás entonces

¿Queremos que la VR llegue a todo el mundo? Por supuesto. Pero decirlo no la convierte en accesible. Mientras haya que atarse velcros, crear cuentas, autorizar permisos, configurar entornos virtuales y aprender gestos con la precisión de un prestidigitador, la barrera de entrada será insalvable para el público general.

El día que podamos ponernos unas gafas como quien se pone unas de sol, encenderlas y empezar a vivir la experiencia sin preocuparse por actualizaciones, emparejamientos ni tutoriales eternos… ese día, tal vez, tu madre le dé una oportunidad. Hasta entonces, seguirá preguntando “¿esto dónde se enchufa?” y devolviéndote el visor con cara de “qué tonterías haces, hijo”.

Madre

Conclusión: si ser haters es decir la verdad, entonces somos los mayores

Nos acusarán de negativos, de no apoyar la evolución de la XR, de tirar piedras sobre nuestro propio tejado. Que lo hagan. Nosotros decimos lo que nadie se atreve a decir, y si eso nos convierte en haters, pues mira, que nos impriman camisetas.

La realidad virtual tiene un potencial inmenso, sí. Pero mientras no resuelva sus problemas más básicos, no hay campaña de marketing que convenza a quien solo quiere ver la tele sin complicaciones.

Y eso, por mucho que duela, incluye a tu madre, a la mía, y a casi todo el planeta.

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