Brendan Iribe, uno de los fundadores de Oculus y figura clave en los inicios de la realidad virtual moderna, ha roto su silencio sobre el visor que más quebraderos de cabeza le dio dentro de la compañía: el Oculus Go. En una entrevista reciente durante el evento AWE 2024, Iribe ha sido claro: “Nunca pensé que fuera una buena idea”.
Y aunque la frase podría parecer el típico juicio a posteriori, en este caso no lo es. Iribe afirma que ya en la fase de diseño expresó sus reservas sobre lanzar un visor limitado en funcionalidad, sin seguimiento completo y sin mandos posicionables. Un producto que, según él, se alejaba demasiado del sueño original de la VR inmersiva y totalmente interactiva.

¿Un paso atrás o un peldaño intermedio?
Cuando Oculus Go se presentó en 2018, fue anunciado como la puerta de entrada a la VR para el gran público. Con un precio atractivo y una experiencia sencilla, era ideal para ver vídeos, explorar apps sociales y probar juegos básicos. Pero para alguien como Iribe, que venía de apostar por el seguimiento de seis grados de libertad (6DoF) y el control gestual, aquello era como lanzar un Ferrari… sin volante.
Durante la entrevista, rememora cómo intentó frenar el desarrollo del visor. “Prefería que nos enfocáramos en el producto que terminaría siendo el Quest, con 6DoF, mandos completos y libertad de movimiento”. La compañía, sin embargo, decidió seguir adelante con Oculus Go, al considerar que era una solución más inmediata para atraer usuarios no iniciados.
Spoiler: el tiempo acabó dándole la razón a Iribe. El Go fue descontinuado en 2020, y Meta Quest se consolidó como el modelo dominante, cumpliendo exactamente la visión que defendía desde el principio.
Del entusiasmo a la separación definitiva
Estas discrepancias no fueron menores. De hecho, Brendan Iribe abandonó Oculus en 2018, justo cuando la división de realidad virtual de Facebook empezaba a enfocarse en productos más cerrados, integrados y con un modelo de negocio centrado en el ecosistema.
“Yo creía en una VR abierta, potente y totalmente inmersiva. Cuando vi que el camino estaba cambiando hacia algo más comercial y limitado, entendí que no era mi lugar”. Una declaración que deja entrever que su salida no fue solo personal, sino también ideológica.
Desde entonces, Iribe ha mantenido un perfil bajo, invirtiendo en startups tecnológicas y observando desde la distancia cómo la industria ha ido, curiosamente, acercándose a lo que él ya tenía en mente en 2016.

Oculus Go: ¿un tropiezo o un mal necesario?
Lo interesante de todo esto es cómo la historia da sus vueltas. Aunque hoy en día el Oculus Go se ve como una especie de “experimento fallido”, no se puede negar que tuvo un papel clave en popularizar la VR entre nuevos públicos. Fue el primer visor para muchos, y permitió probar experiencias inmersivas sin cables, sin PC y sin complicaciones.
Eso sí, su limitación técnica era evidente desde el principio: sin 6DoF, con una sola mano virtual y con un catálogo limitado. Una apuesta arriesgada que terminó siendo efímera.
Pero tal vez, como reconoce el propio Iribe, sirvió como puente para lo que vendría después. Un paso incómodo pero necesario para abrir camino al verdadero estándar actual: la VR completa, libre y con tracking total.
Reflexiones desde el presente: la visión sigue viva
Las palabras de Brendan Iribe no son solo una crítica al pasado, sino un recordatorio de cómo la industria se construye a base de visión, errores y correcciones. Hoy, con Quest 3 en el mercado y rumores sobre nuevos visores más potentes, resulta curioso recordar que, hace no tanto, el gran debate era si lanzar un visor… sin poder moverse.
Iribe sigue defendiendo su visión original: una VR abierta, potente, inmersiva y social. Y aunque ya no esté dentro del ecosistema Meta, no parece haber perdido ni un ápice de entusiasmo por el futuro del medio.
Al fin y al cabo, si algo nos ha enseñado la historia de la VR es que los grandes pioneros nunca desaparecen: solo se esconden un rato… hasta que la tecnología los vuelve a alcanzar.