La historia de la realidad virtual está llena de ideas geniales, sueños imposibles y, por supuesto, proyectos tan extraños que uno no sabe si aplaudir su originalidad o preguntar si iban en serio. Entre todos ellos, pocos tan peculiares como Cybershoes, un dispositivo que prometía resolver el eterno dilema de cómo moverse libremente en VR… sin necesidad de espacio ni cintas omnidireccionales. ¿La propuesta? Unas zapatillas con ruedas que se usaban sentado. Y sí, por loco que suene, miles de usuarios llegaron a probarlas.

Sin embargo, tras años de intentos, campañas de crowdfunding, ferias tecnológicas y un entusiasmo inicial tan vibrante como breve, Cybershoes GmbH, la empresa austríaca responsable del invento, ha cerrado oficialmente sus puertas. Su muerte, como su vida, ha sido silenciosa pero inconfundiblemente única. El último movimiento de la compañía se registró en abril de 2025, aunque llevaba inactiva a nivel productivo desde hace ya más de dos años. El cierre definitivo pone punto final a una aventura tan improbable como inolvidable en el ecosistema VR.

Cybershoes

El concepto: caminar sin moverse, moverse sin caminar

El planteamiento de Cybershoes era tan valiente como excéntrico. Se trataba de una especie de sandalias con sensores, pensadas para colocarse sobre calzado normal. Al deslizar los pies sobre el suelo, sentado en una silla giratoria, el movimiento se traducía en pasos dentro del mundo virtual. La idea era sencilla, brillante en papel y, sobre todo, muy barata comparada con soluciones como las omnidireccionales Virtuix Omni.

Durante un tiempo, Cybershoes consiguió hacerse notar. Estuvo presente en eventos como CES y Gamescom, se integró con SteamVR y hasta sacó una versión para Oculus Quest. Su propuesta era atractiva: libertad de movimiento, sin cables y sin necesidad de vaciar el salón o hipotecarse por un sistema más complejo. Sin embargo, entre el uso poco natural, la necesidad de superficies específicas para deslizarse, y la incomodidad de usarlo durante sesiones largas, el encanto se fue desvaneciendo.

El declive silencioso: cuando la innovación se topa con la realidad

La empresa aguantó más de lo que muchos esperaban. Hubo actualizaciones, mejoras en firmware, adaptaciones para nuevos visores y una pequeña pero fiel comunidad de usuarios. Sin embargo, las señales del declive eran cada vez más visibles. A partir de 2023 dejaron de fabricarse nuevas unidades, y en 2024 cerró una de sus sucursales clave. Finalmente, en abril de 2025, Cybershoes GmbH cesó toda actividad y desapareció sin hacer demasiado ruido mediático. Ni comunicado oficial, ni ceremonia de despedida. Solo un comentario en redes sociales que confirmaba lo inevitable.

En un mundo donde la VR avanza a velocidades brutales y las grandes marcas luchan por el trono de la movilidad inmersiva, los proyectos más pequeños y experimentales suelen tener las de perder. La combinación de un concepto difícil de comunicar, una experiencia de usuario que no convencía a todos y un mercado cada vez más exigente, acabó por empujar a Cybershoes al borde del abismo.

Cybershoes

Un invento adelantado… o simplemente demasiado raro

Es fácil mirar atrás y reírse del concepto. Unas zapatillas con ruedas que usas sentado para moverte en mundos virtuales puede parecer algo sacado de un episodio perdido de Black Mirror, pero lo cierto es que Cybershoes representaba algo muy valioso: el espíritu de la innovación indie en su estado más puro. En un sector dominado por cascos, mandos hápticos y sistemas de seguimiento ocular, proponían algo completamente distinto. Algo que, incluso si no funcionaba a la perfección, merecía ser explorado.

Y eso es lo que hizo. Abrió conversaciones sobre locomoción alternativa, inspiró otras propuestas, y sobre todo, recordó al sector que no todo tiene que venir con una etiqueta de “AAA” para valer la pena. Como tantos otros proyectos independientes, Cybershoes no fracasó por falta de ideas, sino por el coste de sostenerlas cuando el entusiasmo del público se disipa.

Lo que nos deja su desaparición y lo que viene después

La caída de Cybershoes no es solo la de un producto curioso, sino la de un enfoque alternativo a la locomoción en VR que probablemente tarde en volver a explorarse con la misma ambición. La VR sigue enfrentando su mayor reto: cómo movernos de forma natural sin poner en peligro muebles, televisores o extremidades. Y aunque el futuro apunta a soluciones más sofisticadas, como los sensores musculares, los algoritmos predictivos y las plataformas inteligentes, el hueco que dejan estas ideas excéntricas se nota.

Lo que sí está claro es que el mercado ha evolucionado. Hoy las Meta Quest integran zonas de juego inteligentes, los desarrolladores piensan en locomoción cómoda y las interfaces se han refinado hasta el punto de que muchos ya no echan en falta una solución “física” para caminar en VR. Aun así, no estaría mal que alguien recuperase el espíritu de Cybershoes, aprendiera de sus errores y nos ofreciera una alternativa que combine locura con funcionalidad.

Un final sin dramatismo, pero con huella

Cybershoes no fue un éxito comercial, ni un fenómeno viral, ni una revolución tecnológica. Pero sí fue una pieza singular en el puzle de la evolución VR. Un invento que se atrevió a no parecerse a nada, que quiso resolver un problema real con una idea loca, y que, aunque hoy desaparezca, merece su lugar en el museo de la historia virtual.

Al final, caminamos sin ellos, pero quizá lo hacemos un poco más lejos gracias a su atrevimiento.

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