El género de lucha en realidad virtual no es precisamente el más concurrido, y cuando aparece un nuevo contendiente, lo mínimo que se puede hacer es prestar atención. Y si ese contendiente viene apadrinado por Kluge Interactive, los mismos que pusieron a bailar al mundo VR con Synth Riders, más aún. Así llega Final Fury, un juego que agarra el espíritu de los clásicos arcade de lucha y lo lanza de cabeza al ring virtual. ¿El resultado? Un experimento musculado que mezcla nostalgia pixelada con sudor moderno, y que te obliga a mover el esqueleto de verdad si quieres ganar. Vamos por partes, porque aquí hay bastante que golpear, analizar y celebrar… o no tanto.
Round 1: ¿Cuándo ha salido, dónde se juega y quién está detrás de esto?
Final Fury se lanzó en acceso anticipado el 8 de mayo de 2025 para Meta Quest 2, Quest 3, Quest Pro y SteamVR. Sí, todavía está en desarrollo, lo cual significa dos cosas: por un lado, hay limitaciones en contenido y modos; por otro, hay margen para crecer y ajustar lo que haga falta, si los desarrolladores cumplen su palabra.
Detrás del proyecto está Kluge Interactive, un estudio que ya ha demostrado saber moverse en la VR con Synth Riders, un juego de ritmo que sigue estando entre los favoritos del público. Y eso se nota: hay un pulido técnico bastante sólido desde el primer momento, cosa rara en accesos anticipados. Los controles funcionan, los menús responden, y el rendimiento es estable tanto en Quest autónomo como conectado al PC. Nada mal para un juego que todavía no ha mostrado todo lo que pretende ser.
Lo más llamativo de este primer lanzamiento es que ya tiene una estructura clara. No es una demo, ni una simple prueba de concepto. Hay personajes seleccionables, un modo arcade con narrativa básica, un sistema de combate funcional, y lo más importante: una jugabilidad que ya engancha. Vamos, que esto no es un “prototipo” disfrazado. Es un primer round bien tirado.

Round 2: ¿Y la historia qué tal? ¿Hay algo que contar entre puñetazos?
Los juegos de lucha nunca han necesitado Shakespeare, y Final Fury lo sabe. No viene a contarte una epopeya interdimensional con giros de guion y desarrollo de personajes profundo. Pero eso no significa que no tenga algo de trasfondo.
Aquí la cosa va de un torneo intergaláctico en el que luchadores de distintas razas, estilos y planetas se enfrentan por la supremacía. ¿Te suena? Claro, porque es una estructura clásica, casi mítica, que funciona como marco narrativo desde Mortal Kombat hasta Dragon Ball. Cada personaje tiene su pequeña historia y motivación, aunque lo justo para justificar sus frases al entrar al combate y para diferenciar su personalidad. No esperes cinemáticas largas ni una historia envolvente, pero sí una ambientación que le da sabor al asunto y añade contexto al desfile de ganchos y bolas de energía.
Es cierto que se echa en falta algo más de profundidad o cohesión en la narrativa general, especialmente si vienes de juegos de lucha con campañas más elaboradas. Pero siendo realistas: aquí lo importante es repartir leña, y eso lo hace con convicción. La historia es como ese cartel del torneo colgado en la entrada: no cambia el combate, pero le da ambiente.

Round 3: Mecánicas físicas, ataques especiales y puñetazos que duelen
Este es el corazón de Final Fury, y donde de verdad se empieza a notar lo especial del proyecto. Olvídate de combos memorizados en el mando o de medir frames con precisión milimétrica: aquí los golpes los lanzas tú, físicamente, con tus propios brazos. El juego se juega en primera persona, y tu avatar reacciona a cada movimiento que haces, desde un simple jab hasta un gancho con todo el cuerpo.
El sistema de combate está basado en tres pilares: ataques normales (que puedes lanzar con libertad mientras gesticulas como en una pelea de patio), bloqueos (colocando tus manos en la posición adecuada para frenar los ataques enemigos), y habilidades especiales (que se activan con gestos concretos o cargando energía con el tiempo). Lo curioso es que no se siente como un juego de boxeo tradicional tipo Thrill of the Fight o Creed: Rise to Glory. Esto no va de golpear una bolsa de carne virtual. Va de estilo arcade, de lanzar proyectiles, cargar ataques devastadores, esquivar con pasos laterales y leer patrones enemigos como si estuvieras en una coreografía de Dragon Ball.
Las físicas están ajustadas con cabeza: no buscan simular el peso real de un puño, sino ofrecer respuestas rápidas, ágiles y visualmente espectaculares. Esto hace que jugar sea más accesible que en otros juegos de lucha VR, pero también más exigente en lo táctico. Porque aquí, si te lías a golpear como un loco sin pensar, te quedas sin energía y te comes media pantalla de castigo.
Además, el hecho de que cada personaje tenga su propio estilo y ataques añade una capa de variedad. No estamos ante clones con skins distintas, sino ante luchadores que exigen adaptarse a sus ritmos y patrones. Algunos atacan de lejos, otros se te echan encima. Algunos tienen movimientos más técnicos, otros dependen de la presión constante. Y eso, en un juego en acceso anticipado, es una muy buena señal.

Round 4: Dificultad exigente, banda sonora animada y sudor garantizado
Jugar a Final Fury no es un paseo. Desde el primer combate notarás que el juego no regala nada. Aunque tiene niveles de dificultad configurables, incluso en normal exige reflejos, buena coordinación y resistencia física. Porque esto no es un juego de mirar: es de moverse. Y si no calientas un poco antes de jugar, lo vas a notar en los hombros, en la espalda y probablemente en el orgullo.
A medida que avanzas en el modo arcade, los enemigos no solo aumentan en agresividad, sino que empiezan a combinar patrones más complejos y a castigar cada fallo. Esto hace que el juego tenga una curva de dificultad real, que invita a mejorar, a aprender y a volver al combate con ganas de hacerlo mejor. No es injusto, pero sí desafiante.
En cuanto al apartado sonoro, se nota el legado musical del estudio. La banda sonora tiene ese aire electrónico, animado y vibrante que encaja bien con el estilo visual del juego. No es particularmente memorable, pero acompaña con ritmo. Lo que destaca más es el diseño de sonido: los golpes suenan contundentes, las habilidades especiales tienen efectos claros, y cada personaje tiene sus propios gruñidos, gritos y frases que aportan carisma (y, a veces, cierta vergüenza ajena encantadora).
Y sí, hay momentos en los que, literalmente, acabas jadeando. Porque los combates son intensos y físicos. Más que un juego, casi es una sesión de fitness camuflada. Pero si eso no te echa atrás, lo vas a disfrutar mucho.

Round 5: ¿Vale la pena subirse al ring?
Final Fury no es solo una curiosidad en VR. Es un intento serio y bien ejecutado de adaptar el género de lucha a la realidad virtual, con una propuesta que sabe a lo que juega. Tiene estilo, personalidad, un sistema de combate bien diseñado y, sobre todo, una idea clara de cómo aprovechar las posibilidades físicas del medio sin dejar de ser divertido.
¿Está completo? No, todavía no. El acceso anticipado se nota en el número limitado de personajes, escenarios y modos. Pero lo que hay ya es más que jugable, y sobre todo, promete. Si Kluge Interactive sigue alimentando el juego con nuevo contenido, equilibrio y mejoras visuales, puede que estemos ante uno de los referentes de lucha en VR. No por espectacularidad gráfica ni por historia, sino por puro disfrute de gameplay.
Y si no te importa sudar un poco y hacer el ridículo en tu salón, tienes aquí una propuesta que no se parece a nada más. Una buena base, con alma arcade y con un futuro que, con suerte, nos dé más razones para seguir peleando.
FINAL FURY
PROS
- Mecánicas físicas intuitivas y muy bien integradas en VR.
- Sistema de combate directo, accesible y profundo al mismo tiempo.
- Buena respuesta técnica, rendimiento fluido y controles precisos.
- Estilo visual colorido con clara inspiración arcade.
CONS
- Contenido escaso por ahora: pocos personajes y arenas.
- Historia superficial, con poco desarrollo más allá del contexto.
- Puede resultar agotador en sesiones largas si no estás en forma.
- Los escenarios, aunque funcionales, pecan de ser algo genéricos.