Smallthing Studios devuelve la magia al point & click, pero también demuestra que los 90 nunca se fueron del todo

Tres décadas después de haberse colado en nuestros PCs con sarcasmo, ego y un gorro más grande que su sentido común, Simon the Sorcerer vuelve con una precuela titulada Simon the Sorcerer Origins, desarrollada por Smallthing Studios y publicada por ININ Games. El juego promete ser tanto una carta de amor a los fans veteranos como una puerta de entrada para una nueva generación que no tuvo que soplar cartuchos ni rezar porque el disquete no diera error.

Y vaya si cumple la promesa: Simon the Sorcerer Origins es un viaje directo a la esencia del point & click clásico, con escenarios dibujados a mano, humor ácido, voces con acento británico y una buena dosis de puzles absurdos —de esos que te hacen dudar si estás resolviendo un enigma o participando en una prueba de paciencia patrocinada por el diablo. Pero también es una obra con mimo, cariño y un respeto casi reverencial por lo que significó Simon en su día: un tipo corriente arrojado al caos de la magia con más insolencia que poderes.

De aprendiz de mago a leyenda: el origen de la irreverencia

El juego arranca antes de los eventos del clásico original, cuando Simon todavía no sabía conjurar ni su desayuno. Smallthing Studios ha decidido narrar esa “origin story” con una mezcla de humor y melancolía, explorando cómo un adolescente con más ego que habilidades mágicas acaba envuelto en un mundo repleto de criaturas estrafalarias, gremios de hechiceros y brujos con más mala leche que sabiduría.

El tono se mantiene fiel al espíritu del original: los diálogos están cargados de ironías, comentarios fuera de lugar y referencias que harán sonreír a cualquiera que haya crecido con LucasArts, Sierra o el propio Simon burlándose de todo lo que se movía. El guion es ágil, irreverente y a veces incluso más inteligente de lo que parece, con un protagonista que sigue siendo un desastre encantador. Es una especie de Harry Potter si Harry hubiera sido expulsado del colegio por insultar a Dumbledore en el minuto uno.

Simon

Una jugabilidad que mezcla nostalgia y frustración (como debe ser)

Simon the Sorcerer Origins apuesta por una jugabilidad clásica, sin artificios innecesarios. Apuntar, clicar, recoger y combinar objetos que no deberían funcionar juntos, pero de algún modo lo hacen. Lo bueno es que el juego respeta nuestra paciencia y añade pequeñas mejoras modernas: un sistema de pistas sutil, un guardado rápido y una interfaz limpia que evita los clics redundantes.

Aun así, hay momentos donde el diseño se siente demasiado fiel al pasado. Algunos puzles están tan enrevesados que parecen diseñados por alguien que disfruta viendo a la gente sufrir con una sonrisa. Otros, sin embargo, son tan ingeniosos que te hacen soltar una carcajada al resolverlos. Y ese es el punto fuerte del juego: consigue que el jugador pase de la frustración a la risa en cuestión de segundos. Es un equilibrio que solo las buenas aventuras gráficas saben mantener, y Smallthing Studios lo clava la mayor parte del tiempo.

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Un arte que hechiza a primera vista

Si hay algo que hace que Simon the Sorcerer Origins destaque por encima de sus contemporáneos, es su aspecto visual. Cada escenario parece una ilustración pintada con mimo, con personajes expresivos y animaciones que le dan una vitalidad que los juegos de los 90 solo podían soñar. La paleta de colores es vibrante, los entornos están repletos de detalles absurdos (porque nada en este mundo tiene sentido) y cada localización respira ese encanto artesanal que tanto se echa de menos en una industria saturada de motores genéricos y mundos sin alma.

El trabajo de ambientación también brilla: bosques encantados que parecen parques temáticos demente, bibliotecas que harían llorar a un bibliotecario real, y tabernas mágicas donde todo el mundo parece estar borracho de sarcasmo. Es un universo coherente en su locura, donde cada pantalla podría servir de póster para colgar junto a tus manuales de Monkey Island.

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Sonido, doblaje y la magia de oír a Chris Barrie otra vez

Los amantes de la saga original recibirán un regalo inesperado: el regreso de Chris Barrie, la voz original de Simon, que vuelve para recordarnos que el sarcasmo también puede tener acento británico. Su interpretación es brillante, llena de matices y con un ritmo perfecto que eleva incluso las líneas más absurdas del guion. La banda sonora, compuesta para acompañar el tono humorístico y aventurero, encaja como un guante: ligera cuando debe serlo, épica cuando hace falta, y deliciosa cuando se burla de sí misma.

La localización al castellano, por suerte, está a la altura. Los textos mantienen el humor original sin caer en traducciones forzadas o chistes que pierden sentido. Se nota el cuidado en cada diálogo, algo esencial en un género donde el 80 % de la experiencia es leer y reírse.

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Una aventura que no revoluciona, pero sí reconcilia

En un mercado donde las aventuras gráficas tienden a disfrazarse de otras cosas —narrativas, cinemáticas, visual novels—, Simon the Sorcerer Origins se planta con orgullo y dice: “No pienso cambiar”. Y eso, curiosamente, es su mayor virtud. Es un juego que no busca adaptarse a las modas, sino recordar por qué nos enamoramos del género. Su encanto radica en esa obstinación: no quiere ser moderno, quiere ser bueno.

No todos los jugadores lo apreciarán igual. Algunos lo verán como una reliquia pulida; otros, como una brisa fresca entre tanto triple A clonado. Pero para quienes crecieron con los disquetes y el humor pixelado, Simon the Sorcerer Origins es algo más: una reunión con un viejo amigo que sigue siendo igual de borde, pero al que no puedes dejar de querer.

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Puntuación final: 8,5 / 10

Pros:

  • Visualmente espectacular, con arte dibujado a mano que derrocha personalidad.
  • El regreso de Chris Barrie como Simon es oro puro.
  • Humor afilado, inteligente y muy británico.
  • Fiel al espíritu clásico sin perder ritmo ni encanto.
  • La versión en físico de Meridiem

Contras:

  • Algunos puzles rozan el masoquismo intelectual.
  • El ritmo puede resultar lento para jugadores modernos.
  • Depende mucho de la nostalgia para conectar del todo.
  • No arriesga lo suficiente: homenajea, pero no sorprende.
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