Hay juegos que te piden destruirlo todo y otros que te hacen replantearte qué significa crear. Dreams of Another, desarrollado por Q-Games, es de esos experimentos raros que parecen diseñados en medio de un sueño lúcido. En lugar de apretar el gatillo para eliminar enemigos, aquí disparas para construir el mundo que te rodea. Sí, como si cada bala fuera una pincelada en un lienzo cósmico. El resultado es un shooter tan bonito como desconcertante, una mezcla entre meditación interactiva y paseo psicodélico que intenta ser arte, juego y reflexión existencial al mismo tiempo.
Disponible para PlayStation VR2, Dreams of Another es una de esas obras que demuestran por qué la realidad virtual puede ser un laboratorio creativo sin límites… y también por qué a veces esos experimentos salen tan raros como fascinantes. Su mensaje es claro: crear también puede doler. Pero, como descubrirás pronto, la ejecución no siempre está a la altura del concepto.
Un concepto brillante que no siempre brilla
La premisa de Dreams of Another es digna de aplauso. En un universo fragmentado, usas tu arma para reconstruir los recuerdos de un mundo perdido. Cada disparo genera formas, colores, edificios o árboles que emergen de la nada, como si el propio entorno respondiera a tu deseo de recomponerlo todo. Es un juego de acción y contemplación a partes iguales, donde las nubes de partículas forman paisajes que parecen sacados de un sueño abstracto.
El problema llega cuando esa belleza conceptual se tropieza con la realidad práctica. Las transiciones entre escenas son bruscas, los cambios de perspectiva te dejan fuera de ritmo y, en ocasiones, la cámara decide tomar vacaciones justo en medio de un momento emocional. Hay ideas que te hacen sonreír por su audacia y otras que te dejan pensando si el juego no se ha vuelto demasiado filosófico para su propio bien. Aun así, hay instantes mágicos: ver cómo un disparo ilumina el vacío y revela un árbol completo es algo que solo la VR puede ofrecer.

Un shooter que se cree artista (y casi lo consigue)
El sistema de disparo es sencillo, casi minimalista. No hay docenas de armas ni mecánicas complejas. Aquí el arma principal no destruye: crea. Disparas, y la nada se transforma en materia. Disparas de nuevo, y una casa toma forma frente a ti. Y justo cuando te sientes el dios de este universo flotante, el juego te recuerda que no todo es armonía. Las zonas más caóticas te enfrentan a enemigos y momentos de confusión donde esa serenidad inicial se convierte en tensión pura.
En teoría, el control en VR debía hacerte sentir parte del proceso creativo. En la práctica, los cambios de cámara y los saltos de perspectiva rompen a ratos esa conexión. El tracking responde bien y la sensación de profundidad es impecable, pero la inmersión sufre con interrupciones innecesarias. Da rabia, porque cuando todo encaja, el resultado es hipnótico. Es un título que, pese a sus torpezas, consigue recordarte que disparar no siempre es sinónimo de destruir, y eso ya es mucho decir en 2025.

Un viaje visual entre lo onírico y lo caótico
Si algo hace que Dreams of Another se quede grabado en la memoria es su arte. Q-Games ha apostado por una estética de partículas, luces y colores en movimiento que convierten cada escenario en un lienzo vivo. Las formas surgen y desaparecen como humo digital, y a veces cuesta saber si estás en un sueño, en una simulación o en una exposición interactiva del futuro.
La dirección artística bebe de juegos como Rez Infinite o Child of Eden, pero con un tono más introspectivo, casi melancólico. Los escenarios no son solo lugares: son sensaciones. Hay momentos en los que te detienes simplemente a mirar, no porque lo necesites para avanzar, sino porque lo que estás viendo parece sacado de una pintura surrealista. La banda sonora acompaña con un tono ambiental que oscila entre la calma y el vértigo, con sintetizadores que laten al ritmo del entorno. Es una experiencia más emocional que técnica, una sinfonía de luz y sonido que te deja con la boca abierta… y a veces con dolor de cuello.

Donde el ritmo tropieza con su propia ambición
No hay nada peor que tener una buena idea y querer contarlo todo a la vez. Dreams of Another peca justo de eso. Su estructura narrativa se fragmenta, alternando momentos de contemplación con secuencias de acción o cinemáticas que parecen de otro juego. Es un título que quiere ser todo: introspectivo, enérgico, poético y espectacular. Pero esa mezcla hace que el ritmo se resienta.
Algunas fases son tan largas que parece que te están cobrando por minuto de filosofía digital. Otras acaban antes de que logres entender qué demonios estaba pasando. El resultado es una montaña rusa emocional donde los tramos brillantes hacen olvidar los tropiezos… hasta que el siguiente cambio de ritmo vuelve a golpearte. No es un mal viaje, pero sí un trayecto irregular. Como si un sueño precioso se interrumpiera justo antes del final feliz.

Un sueño hermoso que se despierta demasiado pronto
Dreams of Another es un juego que se atreve a disparar más alto de lo que puede alcanzar. Tiene una idea brillante, un estilo visual deslumbrante y un mensaje que se queda contigo: la creación también puede ser un acto de redención. Pero entre los problemas de ritmo, las transiciones bruscas y una implementación de VR que no termina de aprovechar todo su potencial, lo que podía haber sido una obra maestra se queda en un experimento fascinante… y fallido a ratos.
Aun así, no se le puede negar mérito. Hay momentos que justifican cada tropiezo, instantes en los que el arte, la tecnología y la emoción se alinean y logran algo único. Esos segundos valen oro, incluso si el resto del camino no está tan pulido. Dreams of Another no es perfecto, pero es inolvidable. Y a estas alturas, eso ya es mucho más de lo que ofrecen la mayoría de juegos que intentan ser profundos sin tener nada que decir.

Dreams of Another
PROS
- Estética de partículas y colores que deslumbra en VR
- Concepto original y con carga filosófica
- Momentos de verdadera conexión emocional
- Banda sonora atmosférica que refuerza la inmersión
CONS
- Transiciones y ritmo narrativo muy irregulares
- Implementación VR con altibajos
- Falta de coherencia entre acción y contemplación
- Fragmentación narrativa que confunde más de lo que emociona
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